Hace unos días, partimos con un grupo de almas con destino conocido pero incierto… 13 almas causalmente sincronizadas para realizar un viaje.
El primer día, pasamos una tarde maravillosa e inolvidable en el Río Quilpo, cercano a San Marcos Sierra. Hermoso, caminamos hasta orillas del río, un recorrido de 2 kilómetros de un sendero rodeado de la energía mágica de la Vida.
Lejos habíamos dejado el cartel de ajadas letras de “La magia de lo Intangible”, para encontrarnos con la aguas sagradas de este rio dorado… no hay leyendas escritas, hasta ahora, sobre este río sagrado… pero lo cierto es que sus aguas bañan nuestras sombras, nuestra pesadez, nuestras mochilas de karma… y nos deja livianos, sutiles, “dorados”… nadando río arriba, a contra corriente, se sienten los brazos cansados… así como en la vida…. Y se vivencia, que en grupo, siempre va a ver quién te ayude a remontarla, quien aún nadando contra la corriente, te haga reír hasta llorar, que el “presente” sea sólo contar los saltos de las piedras en el agua…y que restaurar la Energía y el Corazón, sea la meta, cualquiera sea la dirección de la corriente… en la sutileza, recuperamos el recuerdo de quiénes somos! Y en esa memoria recuperada, recordamos nuestra esencia de Almas y qué parte del camino debemos hacer juntos, siendo Uno.
Antes de que el sol se esconda tras las sierras, iniciamos la búsqueda de la Casa de Piedra, lugar ancestral y encantador, que ya habíamos visitado antes, un par de nosotros. Es un rincón de viento y silencio… arrullador.
Los espinillos habían crecido hasta cubrir los senderos, y el camino se desdibujaba sin continuidad lineal, abriéndose en infinidad de posibilidades…. Como la vida! Diversificándose.
Los 13 nos separamos, cada uno eligió compañía afín y tomó su sendero, sus palabras, sus silencios!
Y comenzó el ascenso, haciendo de cada paso una elección… y así como en la vida, cada sendero elegido estaba lleno de espinas y había que hacerse “chiquito” para pasar sin lastimarse, y evitar pisar la bosta que también rodeaba todo… espinas, bosta, incomodidad, visión poco clara, desorientación… el camino no se mostraba! Las mochilas pesaban y se enganchaban todo el tiempo. Voces queridas, de rincones lejanos… miradas de certezas e inseguridades, sonrisas, insultos, gritos, reclamos, ayuda, compañía, chistes, ganas de volver, ganas de nunca dejar ese camino… todo se mezclaba entre el sol y el viento, penduleando entre el cansancio y la ganas de llegar.
Igual seguimos buscando!
Alguien me llamó de lejos, aunque su voz la sentí muy cerca, y al darme vuelta me encontré con su sonrisa… si, era ahí, sentimos lo mismo… habíamos llegado sin llegar, nos miramos y nos reímos en silencio, cómplices del mismo pensamiento… cada uno encontró SU Casa de Piedra, donde quiera que esté, en la piedra que haya sido elegida por cada uno de nosotros… el camino fue doloroso, confuso, nuestros compañeros de viaje fueron cambiando, pero igual llegamos. Todos bajo el mismo sol y abrazados por el mismo viento, con distintos estados de ánimo, pero sabiendo internamente que teníamos que estar ahí, realizando ese camino… entre espinas y rayos de sol. Como en la vida.
Mi valoración de esta búsqueda fue muy intensa, quizás para recordarnos que no todos llegamos a la vez, que cada uno tiene su tiempo de viaje, que según el camino elegido hay mayores o menores peligros al lado del camino, que sólo haciéndonos como niños, podemos atravesar ciertos túneles de la vida, con el ánimo de un niño y con la despreocupación de vivir justo este aquí-ahora. Y si queda algún raspón en brazos y piernas… es simplemente porque estamos VIVOS, sintiendo y eligiendo nuevos senderos de aprendizaje o volviendo a recorrer lo caminado, pero con otra mirada.
Hay un lugar especial, lleno de viento y silencio, muy cercano al Río Quilpo, es un espacio circular que rodea un altar de piedra, ancestral, eterno… que en este viaje, no encontramos como grupo, pero lo que sí encontramos, fueron los recuerdos de sabernos viviendo en plural, amorosamente. Para encontrar la Casa de Piedra, volveremos muy pronto, pero para encontrar lo que estábamos buscando… no hace falta volver, ya está en nosotros.
Gracias por compartir el sendero!
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